Friday, January 10, 2003

Superado el impacto inicial, la vida en San Francisco ha vuelto a su curso y no me quejo porque soy feliz. Los primeros días estuve bastante triste, un poco más que la última vez, pero me he recuperado rápidamente. He reanudado el contacto con los amigos, y eso siempre ayuda a olvidarse de la añoranza. A pesar de haber estado todo un mes en Barcelona, es triste no haber podido ver a todos los amigos que quería. Como siempre, la vida allí tiene un ritmo vertiginoso, y eso que tener un mochuelo frena bastante los pies.

Iain se puso enfermo la noche antes de dejar Barcelona, así que el vuelo de vuelta, a diferencia del de ida, fue más difícil, aunque podía haber sido peor. Será un síntoma de algo que últimamente, antes de emprender un viaje, siempre se pone enfermo?

Para fin de año íbamos a ir a una fiesta que empezaba a las 20 h en casa de Richard y Jodi, que viven cerca. El plan era volver después de medianoche, pero entre que Iain no estaba muy fino y yo que estaba totalmente destruida, después de haber dormido poco o nada en los últimos 2 días, renunciamos a la fiesta y por primera vez en mi vida casi se nos pasa el fin de año porque nos quedamos todos fritos. Por suerte, los padres de Luigi nos llamaron justo antes de medianoche. Eso sí, 9 horas antes me tomé las uvas en directo con España vía teléfono. Mi padre retransmitía las campanadas al mismo tiempo que se zampaba las uvas. El pobre no sé cómo se las apañó para no atragantarse. Tampoco faltó el Freixenet, que aquí es el champán más barato del mercado, pero que obviamente tiene connotaciones especiales para mí.