Friday, June 21, 2002

El avión sale a las 4pm. En casa lo dejamos todo recogido. Espero que no hayamos cometido ningún error como otras veces. Si todo va bien, esta vez no nos encontraremos con comida o basura putrefacta, ni inundaciones por culpa de alguna ventana abierta, ni ropa tendida descolorida por el sol. Es más, incluso hemos hecho una copia de seguridad del disco duro para que no pase como aquella vez que algún rayo fulminó nuestro ordenador y lo perdimos todo.

Va todo bien hasta que vemos la cola interminable en el check-in. Pero al final lo conseguimos. Ya en el avión, nos sentimos mucho más relajados, por lo menos yo. Soy española, de la ciudad de Barcelona, que en este momento puedo ver en su totalidad desde mi pequeña ventanilla. En 1997 me casé con Lu y ahora entre los dos acaparamos todos los periódicos que distribuyen porque justo hoy sale el artículo sobre el informe CoastWatch de Greenpeace, recién publicado. Lu, uno de los editores, está muy contento al comprobar que todos los periódicos han dedicado un buen trozo al tema. La comida tiene animales porque nos hemos olvidado de encargar menú vegetariano.

En el aeropuerto de Berlín tardan bastante en sacar nuestra mochilas. Cuando veo la mía, me doy cuenta de que han salido los palos de la tienda, que evidentemente no había sujetado correctamente. Crisis. Lu ni me habla. En parte, con razón. Le pido a la responsable que me ayude pero no parece entender ni una palabra de lo que le digo y me mira con cara aburrida. Pido socorro a Lu, que finalmente se mueve para echarme una mano. La responsable le entiende y pasa el mensaje al chico que se encarga de descargar el equipaje. Las suerte nos sonríe cuando le vemos aparecer con la dichosa bolsa de los palos. Acto seguido vamos al mostrador de Iberia a encargar menú vegetariano para el regreso. Hay muchos autobuses que van al centro y no resulta fácil elegir, así que pedimos ayuda a un inglés, que muy pacientemente responde a todas nuestras preguntas, que no son pocas.

Hace dos años Alessandra nos dejó su casa durante una semana. Y lo hizo sin conocernos, simplemente porque Lu es amigo de Laura, su hermana. Ahora volvemos a utilizar este contacto, sumamente útil visto que Lu tiene claro que quiere volver aquí cada dos años. Llamamos por teléfono pero está siempre ocupado. Finalmente lo conseguimos. Vamos a tomar algo y nos lo pasamos muy bien. Son simpáticos. Dormimos muy a gusto en un sofá cama de los años 50.

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