Friday, October 04, 2002

Ayer domingo, Luigi se llevó a Iain de excursión. Es una actividad que organiza un grupo de padres con hijos de diversas edades, una vez al mes. Lo mejor es que las madres no son bienvenidas a la mayoría de las excursiones. Vaya pena! Fueron también unos amigos nuestros, Ralf con Dana y Fen con Steven. El caso es que Luigi, siempre con su lista de cosas para no olvidarse nada, olvidó lo más importante: los zapatos de Iain. Vaya cabeza! Luego no se atrevía a decírmelo, tuve que sonsacárselo cuando le pregunté qué tal había ido todo, si había habido fallos, y me puso una cara rara que lo delató al instante. Además hoy me ha confesado otro error. Resulta que debemos ponerle una protección especial en la piel nueva que le salió a raíz de la raspada que se hizo junto al ojo mientras estábamos en Barcelona. Es para evitar que por culpa del sol le quede marca. Esta protección se pone con una barra y es muy densa. Pues Luigi, que a veces no me presta atención, no se enteró que para el resto de la piel se usa otra crema, mucho menos densa. Así que se llevó sólo la barra y, llegado el momento, pringó la cara y los brazos del pobre Iain con esa pasta blanca. Ya podéis imaginar la cara que debieron poner los otros padres al ver a mi hijo todo pintado de blanco y caminando en calcetines por el campo. Desde luego, una cosa ha quedado clara, Luigi necesita pasar más tiempo solo con Iain, es evidente que le falta experiencia. Se me ponen los pelos de punta cuando pienso que en la próxima salida, programada para octubre, pasarán la noche en un camping.

Thursday, October 03, 2002

Aprovecho mientras Iain está entretenido picando guisantes congelados para escribir un poco sobre lo que nos está pasando estos días. Aparte de haber descubierto que a Iain le encantan las verduras congeladas (aunque luego le salen tal cual en la caca y por eso toma sólo unas pocas, como juego), ha empezado a familiarizarse con el ordenador reliquia de Luigi, es decir un Macintosh portátil del año de la maría castaña que en su día costó medio kilo (de pts). Dicho portátil es todo un símbolo en nuestra casa. Hubo un tiempo en el que nadie, ni siquiera yo, podía tocarlo. Ahora se ha convertido en un juguete más del enano. Los tiempos cambian.

Monday, September 30, 2002

Un desgraciado de la tienda de al lado se ha puesto el despertador y el muy inútil es incapaz de apagarlo. Lleva ya unos minutos sonando. Es muy pronto. Lu se enfada y sale de la tienda. Se encuentra con otro italiano también muy enfadado. Desde luego los italianos son valientes, de eso no cabe duda. Yo, por ejemplo, soy más perezosa y habría aguantado más tiempo la tortura antes de salir a investigar. Total que Lu abre la tienda del delito y se encuentra con uno durmiendo con zapatos. Es tal el desorden que el tipo, seguramente ultra borracho, no consigue encontrar el maldito despertador y tampoco se preocupa de buscar mucho. Tarda bastante en dar con él bajo las miradas amenazadoras de los dos italianos. Incluso, cuando lo encuentra, no sabe apagarlo, así que sigue sonando, pero más bajo. Mientras, Lu ya ha vuelto a nuestra tienda.

Seguimos durmiendo hasta que el calor se hace insoportable. Luego dejamos el camping para ir a visitar el Deutsche Museum, el más grande del mundo sobre tecnología. Hay 8 pisos, así que seguramente no tendremos tiempo de verlo todo. Visitamos a conciencia los pisos subterráneos, en los que se ha recreado un montón de minas de todo tipo. Parece estar realmente en minas. Han logrado transmitir muy bien las malas condiciones del trabajo de los mineros. En la visita, seguimos las instrucciones de una guía en inglés que Laura nos ha prestado. En el museo, sobre todo en la parte más antigua, gran parte de las explicaciones está sólo en alemán. Muy pesado.

Salvo una corta pausa para tomar un chocolate (que hace de desayuno y comida para mí) y para que Lu se tome en el bar un bocadillo preparado con la crema de cacahuete de Jan, seguimos ininterrumpidamente visitando el museo hasta que cierran.

Luego vamos en busca de una crepería recomendada por la Lonely Planet y, cuando llegamos allí, descubrimos que ya no existe. En su lugar han puesto un bar muy agradable. Optamos por ir a otro de los restaurantes italianos recomendados en la guía.

Reflexiones generales sobre Alemania

- Los guardias de los museos son antipáticos y se toman su trabajo al pie de la letra. Estás mirando un cuadro y se ponen a tu lado para comprobar que tu nariz no sobrepase el limite.

(to be continued)

Nos levantamos pronto porque Laura nos va a llevar a una estación de servicio antes de ir a trabajar. Nos despedimos de las niñas y de la abuela. Y, en la gasolinera, de Laura. Una familia simpática y muy agradable. Volveremos.

Nos pasamos un montón de rato en la gasolinera. Nadie se para. Qué mal rollo. Estamos en un verdadero agujero, contra todo pronostico. Pasan más de dos hora hasta que nos recoge una chica simpática que parece medio hippie. Se ha parado porque se le calienta el motor. ¡Cómo me alegro! Nos lleva muy poco porque vive en Karlsruhe, allí al lado, pero por lo menos cambiamos de contexto.

Esperamos otro buen rato en un lugar donde hay bastante tránsito. Al final nos recoge una furgoneta en la que viajamos los tres delante. Nos aparca en un agujero donde pasa un coche cada hora. Esperamos dos horas como mínimo, descontando la pausa para que Lu coma. Yo no tengo hambre cuando pienso en el menú de pan blando de hace dos días, con queso. Llamamos a Ester en München, que no contesta. Finalmente un señor francés de cierta edad se detiene junto a nosotros. Un tipo muy amable pero poco interesante.

Nos lleva hasta München centro. Volvemos a llamar a Ester, que sigue sin contestar. Nos damos cuenta que el día 15 es fiesta y mucha gente (incluidas probablemente Irina y Ester) ha hecho puente. Vamos a la oficina de información turística y nos dicen donde está el Mitfahrzentrale. Allí encontramos un pasaje para el día 18 hacia Berlín, en un BMW, nada más nada menos. Nos sale muy bien de precio: menos de la mitad de lo que vale el autobús. Lo pillamos rápido. Después vamos a cenar a uno de los restaurantes italianos recomendados en la Lonely Planet. El ambiente es agradable y plagado de camareros italianos. En Alemania, los restaurantes italianos tienen éxito en general, porque la comida alemana es bastante asquerosa.

Después de cenar nos dirigimos al camping siguiendo las instrucciones de la Lonely Planet. Son casi las 10 p.m. y tenemos miedo de que ya hayan cerrado. Por un momento me pasa por la cabeza la imagen de la primera noche en Hamburg. Pero estamos de suerte. Plantamos la tienda a oscuras.