Wednesday, August 07, 2002

Vamos a visitar la sede de Greenpeace, que obviamente está cerrada pq es sábado. Está en el puerto. Lu se cuela en el edificio, pero no consigue entrar en la sede. Realmente no hay nadie.

Luego vamos a una librería a controlar cómo salir de Hamburg en autostop. Lu podría ganarse un trabajo en la Lonely Planet investigando cómo salir en autostop de cada ciudad utilizando sólo los medios de transporte públicos y las piernas para llegar al mejor lugar. De momento, está preparando una lista de sugerencias que enviará a L.P. tan pronto como regresemos a BCN.

Llegamos a una gasolinera con la S-Bahn y el bus (transporte integrado). Esta vez, no hay que caminar casi. Nos recoge enseguida un hombre (anticuario y antiguo autoestopista) que se va de vacaciones al sur de Francia. Viaja en una caravana-camper. Normalmente tiene 3 meses de vacaciones en verano y 3 meses más en invierno. Vacaciones que aprovecha bien viajando. Solo. Le damos nuestra tarjeta por si pasa por BCN. El camper está todo forrado de piel de borrego y da claustrofobia sólo con mirarlo. El hombre tiene muchas ganas de charlar y Lu le da conversación. Parece interesante pero para mi es más cómodo desconectar. Estoy detrás, demasiado lejos para intervenir. Nadie me haría caso. Paso el tiempo durmiendo (poco) y leyendo (mucho). Hacemos un par de paradas para comer porquerías. Nos lleva hasta Heidelberg. Nos deja en la autopista, a la altura de la salida. Hemos tardado 6 horas de Hamburg a Heidelberg. Es casi de noche. Hacemos autostop hasta la estación. Nos cogen enseguida.

Llamamos a Laura, pero no está. Quedamos que nos esperaría a partir de las 10pm. Y son las 9pm. Cogemos el bus (gratis) y llegamos hasta su casa. La familia de Laura llega 15 minutos más tarde. Viven rodeados de americanos. Son los de la base militar. También está la madre de Laura. Thomas habla mejor italiano. Nos confesa que Noemi, su hija, es su maestra. Laura está como siempre, quizá más rubia. Noemi, 3 años, habla un perfecto italiano. Tiene igual voz que el niño de La vita è bella de Benigni. Tullia, la hija más pequeña, tiene un año y aún no habla, pero, al igual que Noemi, es muy simpática. Charlamos un rato mientras cenamos una especie de empanadillas y luego nos vamos a dormir. Lu tiene dolor de cabeza.

Nos quedamos casi todo el día en la tienda leyendo y durmiendo. Me sigue doliendo la tripa. A última hora de la tarde vamos a cenar a Altona. Lu se toma un par de crêpes y yo una lasaña. He decidido que cada día voy a comer bien una vez. Visitamos la parte pija de Altona: bares alternativos, alegres y caros. No entramos en ninguno para no arruinarnos. Además me sigue doliendo la tripa y es tarde, así que volvemos al camping en medio del bosque.

Monday, August 05, 2002

Nos despertamos a las 6.30. Llueve. Recogemos rápidamente la tienda para que no se moje y emprendemos la marcha bajo la lluvia. Ni una palabra, salvo lo imprescindible. Vamos en busca de una cafetería abierta para lavarnos, tomar un café y hacer tiempo para que abran las librerías. Objetivo: comprar la Lonely Planet de Alemania, algo que debería haber hecho antes de empezar el viaje. Error que no volveré a cometer nunca más. Hoy llevo yo las riendas y visitamos, siempre a pie y cargados con nuestros inseparables lastres, los barrios de St. Pauli, Altona y otras zonas. Me da un poco de pena habernos ido de Hannover sin ver prácticamente la ciudad. Visitamos también un par de pequeñas galerías de arte contemporáneo y un grande museo. Pasamos por el Tourist Office, donde nos dicen que el camping fantasma que buscábamos ya no existe. Después nos dirigimos a un camping diferente del que anoche estaba lleno. Está fuera de la ciudad. Se llega con la S-Bahn y después el bus. Pagamos el bus porque nos interesa que el conductor nos informe de la parada del camping. La zona es muy verde y bonita. El camping es de mucha más calidad que el que estaba, lleno, en la ciudad. Plantamos la tienda y volvemos al centro. Sigo un poco deprimida. A medida que se acerca hora de cenar, mi humor va cambiando, lentamente. No tengo sensación de hambre aunque no he probado bocado en todo el día. Pero la idea de un plato de pasta italiana me alegra el corazón. Estoy cansada. Me arrepiento de no haber insistido para dejar las mochilas en la estación.

Encontramos un restaurante italiano en Altona. Durante este viaje, como en otros, los restaurantes italianos son para nosotros como los McDonald's para los americanos pobres. Nada más pedir mi plato de pasta, se me olvida el enfado de que Lu no sea como el resto de los maridos que conozco, o sea, amante del cuidado de su esposa. Es increíble el poder de la comida. No sólo pido pasta, sino también bróculi al horno. Necesito verduras después de tantos días comiendo pizzas. Inmediatamente después de cenar me coge una indigestión: diarrea y un dolor de estomago importante. Volvemos al camping. La vida sonríe otra vez.